9 de junio de 2010

UN VIEJO MANUSCRITO (Franz Kafka)

Teniendo en cuenta la desazón política que por estos días inunda el facebook y cuanto medio de comunicación alternativo al que tenemos acceso los colombianos y colombianas inconformes con el panorama nacional, he decidido publicar un relato corto que leí hace ya un tiempo en un libro titulado La metamorfosis y otros relatos del celebre escritor Franz Kafka.
 
Foto del libro (nótese el error... escribieron Frank Kafka)

Los invito a leerlo y a compartir  sus opiniones y comentarios. 

Sin más preámbulos... Disfrutenlo¡¡


UN VIEJO MANUSCRITO
(Texto completo)
Franz Kafka 

  Diríase que el sistema de defensa de nuestro país no es todo lo eficaz que sería de desear. Hasta ahora no me he ocupado de este asunto, sino sólo de mis tareas cotidianas; pero algunos acontecimientos recientes me intranquilizan.
  Soy zapatero; mi tienda da a la plaza del palacio imperial. Apenas abro mis persianas al amanecer, ya se ven soldados armados, apostados en todas las calles que dan a la plaza. Pero no son soldados nuestros; son, evidentemente, nómadas del Norte. De alguna forma que no alcanzo a comprender, han llegado hasta la capital, que, sin embargo, esta bastante lejos de las fronteras. En cualquier caso, están ahí, y su número parece aumentar cada día.
  Como es su costumbre, acampan al aire libre y evitan las casas. Se dedican a afilar las espadas, aguzar las flechas y a sus ejercicios ecuestres. De esta plaza tranquila y siempre limpia han hecho una verdadera pocilga. A veces intentamos salir de nuestras tiendas para limpiar por lo menos la suciedad más ostensible; pero esas salidas son cada vez más escasas, porque es un trabajo inútil y corremos, además, el peligro de que nos arrollen los caballos salvajes o nos lastimen con los látigos.
  No se puede hablar con los nómadas. No comprenden nuestro idioma y casi no tienen idioma propio. Entre ellos se entienden como los cuervos. Continuamente se los oye graznar. Nuestras costumbres y nuestras instituciones les resultan tan incomprensibles como poco interesantes. Por tanto, ni siquiera tratan de entender nuestras señas. Uno puede dislocarse la mandíbula y las muñecas haciendo gestos: no entienden nada y no entenderán nunca. A menudo hacen muecas; ponen los ojos en blanco y les sale espuma por la boca; pero con eso no quieren decir nada ni tampoco dar miedo; lo hacen por costumbre. Si necesitan algo, lo roban. No puede decirse que utilicen la violencia. Simplemente se apoderan de las cosas, y uno se hace a un lado y se las cede.
   De mi tienda se han llevado excelentes artículos. Pero no puedo quejarme cuando veo, por ejemplo, la suerte que corre el carnicero. Apenas llega su mercancía, los nómadas se la llevan e inmediatamente se la comen. También sus caballos comen carne; a menudo se ve a un jinete junto a su caballo, comiendo a la vez del mismo trozo de carne. El carnicero tiene miedo y no se atreve a suspender los pedidos. Pero nosotros nos hacemos cargo de su situación y hacemos colectas para mantenerlo. Si los nómadas se quedaran sin carne, quién sabe lo que harían; por otra parte, quién sabe de lo que son capaces, aun comiendo carne todos los días.
  Hace poco el carnicero pensó que por lo menos se podía ahorrar el trabajo de descuartizar las reses, y una mañana trajo un buey vivo. Pero no se atreverá a hacerlo otra vez. Yo me pasé una hora entera tendido en el suelo, en el fondo de la tienda, cubierto con toda mi ropa, mantas y almohadas, para no oír los mugidos del buey mientras los nómadas se abalanzaban sobre él y le arrancaban trozos de carne con los dientes. No me atreví a salir hasta mucho después de que el ruido hubiera cesado; como borrachos alrededor de un tonel de vino, estaban tumbados en el suelo exhaustos, alrededor de los restos del buey.
  Precisamente entonces me pareció ver al mismísimo emperador asomado a una de las ventanas de palacio; casi nunca llega hasta las habitaciones exteriores y vive siempre en el jardín más interno, pero en esta ocasión lo , o por lo menos me pareció verlo, ante una de las ventanas, contemplando cabizbajo lo que ocurría ante su castillo.
  ¿Cómo terminará todo esto?, nos preguntamos todos. ¿Hasta cuándo soportaremos esta carga y estas molestias? El palacio imperial ha atraído a los nómadas, pero no sabe como echarlos. El portal permanece cerrado; los guardias, que antes solían entrar y salir con paso marcial, están ahora siempre encerrados, detrás de las rejas de las ventanas. La salvación de la patria depende de nosotros, artesanos y comerciantes; pero no estamos preparados para semejante empresa; tampoco nos hemos jactado nunca de poder afrontarla. Hay algún malentendido, y ese malentendido será nuestra perdición.

Caricatura de Franz Kafka
 

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy bueno....¿quien se atreve a enfrentar a los nomadas?.... ese es el problema, mucha critica hacia todos, incluso con los aliados, pero poca participación real y efectiva para vencer la apatia y el miedo, y el problema cada vez, es más grande...